Estamos todos de acuerdo: cada mañana la web nos recibe (¿bombardea?) con nueva información para la cual no tenemos – nadie tiene – el tiempo suficiente para consumir.
Vamos abriendo, a veces casi sin darnos cuenta, más y más ventanas que prometen dejarnos mirar la Verdad que está del otro lado, la última palabra respecto del tema del día: una única lectura, la Solución.
Muchos son los lectores que disfrutan en el gran penthouse argentino, el del piso 12, desde donde elCiudadano ve no solo LaCapital sino toda LaNación, el que no por Popular deja de encajar con el Perfil de quien lo habita. Es obvio, para eso, llegamos tarde. Entonces, a partir de ahora, desentendidos de cualquier demostración de poder, les ofrecemos, no la Solución, sino habitar un problema: leer y permitirse dudar, habilitar múltiples lecturas que dialoguen, que suban y bajen.
¿Qué pasa en las escaleras? Están subiendo los que tocan el botón equivocado o bajando los que se olvidan algo (y muchas veces, cuando llegan, se olvidan qué era eso que habían ido a buscar). Los que, apurados por llegar, tropiezan con algún escalón o distraídos, pasan de largo. Todas las escaleras comunican pisos situados a diferentes alturas. Estas, sin embargo, también nos hacen dar vueltas.
Esta escalera –esperamos- será un lugar de encuentro para los que, aturdidos por el silencio de aquellas ventanas que dan a pisos colmados de estereotipos de lo perfecto, slogans vacíos o tecnicismos fríos, quieren tomar aire. Por ese hueco que forman el poste y la hélice de escalones, siempre corre aire. Acá los esperamos, en la duda sobre si subir o bajar de un lugar que no pensamos dejar nunca, pero sobre todo profundamente contrariados porque, a lo mejor, hay un diálogo y un compañerismo posibles con quien siempre fue ese vecino de los ruidos molestos.
Si algo de esto tiene lugar, entonces ya no se tratará de información lista para ser consumida y por fin, (le) estaremos ganando (al) tiempo. A ese tiempo que hoy no se escurre entre los dedos, sino que explota en nuestras manos como una bomba. Después de todo, hace falta, porque cuando el edificio (no) se viene abajo, la escalera también es una salida de emergencia.
Alguno dirá, nostálgico por algún estado anterior y conocido, que la salida definitiva está en volver a propuestas analógicas que confirmen la sospecha de que, en materia de tecnología, desarrollo no es sinónimo de progreso. Ahora bien, si la escalera es el asiento para cambiar la postura rígida que sólo ve conflictos en otro piso, la postura “digital vs. analógico” implicaría reproducir aquello que acabamos de cuestionar.
Las escaleras llegaron para quedarse… pensemos diversos modos posibles de usarlas. Hay más lugar para existir entre las subidas y bajadas de preguntas infinitas, que en la fijeza de los pisos con respuestas preconcebidas.